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Necesitamos maestros de vida. Testigos que dan la vida en entrega amorosa – Francisco Cano

25. T. O. 2021 Mc 9,30-37.

“Jesús estaba dedicado a instruir a sus discípulos. Ellos no entendían lo que decía, pero les daba miedo preguntar”.

La fidelidad de Jesús se expresa como Hijo del Padre entregado por amor a los hombres. Y lo que se deduce es: quien es amado de verdad responde amando y con amor se pone en manos de los otros para crear en y para ellos la comunidad mesiánica.

Jesús enseña a sus discípulos pero no hace teorías, no enseña verdades separadas de la vida, es su vida la que se convierte en enseñanza, pero no se impone, deja que ellos le definan, hasta que descubran la palabra clave: entrega. Sabemos que los discípulos cada vez entienden menos, hasta que desemboquen en la ruptura final y el abandono. ¿No está pasando esto hoy?

Los hombres expresan su poder matando a Jesús. Dios desvela su fidelidad al resucitarle, es decir, la forma de entender la vida y pasión de Jesús se hace desde la pascua. De forma que nosotros, que formamos su iglesia, entendemos la experiencia pascual en forma de vida compartida. Jesús no quiere penitentes sino “amigos de bodas”.

Es maestro porque tiene una enseñanza que cura, y nosotros, en la medida que aprendemos y escuchamos, sanamos también con nuestra propia vida. No hay otra enseñanza que la propia vida: enseña entregando su vida y muriendo por nosotros.

Los discípulos no entienden porque acogen su enseñanza dentro de un modelo judío de búsqueda de Reino, en plano nacional y plenitud humana. Por eso no pueden entender, saben que hay sufrimientos y dificultades, pero suponen que al fondo está la bendición de Dios para los buenos o elegidos de forma constatable. Jesús les expresa lo contrario: su camino de enseñanza y seguimiento es distinto: la entrega y la bendición de Dios se expresa en la entrega y sufrimiento.

Sigue la incomprensión de sus discípulos: lo que Jesús dice en un plano de fracaso pascual lo escuchan y acogen sus discípulos en otro, en términos de triunfo mesiánico. Jesús funda su Iglesia en claves de no-poder: experiencia de gratuidad, y en el centro ha puesto Jesús a los niños, alejados, pequeños, donde se muestra como impotente.

Aparecen el matrimonio y los niños como corazón de la Iglesia. Jesús hace posible la palabra fiel de los esposos y la vida que todos han de ofrecer a los niños. Buscamos el apoyo de Jesús, como tantos, pero Jesús, que nos ama y quiere que le sigamos, nos dice que no es compatible con las riquezas que nos alejan de Él. El seguimiento sólo se entiende en contexto de amor, y para ello es necesario el desapego de los bienes de este mundo, para que pueda surgir fraternidad. Jesús concibe la iglesia como casa de familia donde los primeros son los más pequeños, los niños que se encuentran entregados a merced de los demás. Ser el más grande significa estar dispuesto a entregarse más.

Pisemos tierra y experiencia comunitaria. Y aquí es donde aparecen los buenos. No es que sean torpes, ni perversos, sino todo lo contrario, son precavidos, responsables y realistas, quieren seguridades, para ellos todo proyecto exige liderazgo, autoridad que pueda aunar esfuerzos y vencer resistencia. Y cuando esto no lo encuentran, abandonan y hacen su proyecto; bueno, son personas que realizan servicios en la Iglesia, dan tiempo libre; algunos párrocos se ponen muy contentos porque tienen manos que les ayudan a mover los servicios parroquiales… Muchos de estos quieren organizarse con seguridades y no quieren dar su vida a realidades pequeñas que “no tienen futuro” ni les dan seguridad, porque hay que arriesgar sin ver frutos inmediatos que les den seguridad material. Conocen la situación y quieren organizarse como siempre y como todos, con seguridades, y vuelven a las barcas que dejaron en Galilea. “¿También vosotros os queréis marchar?” Conspiran de espaldas a Jesús, para bien de Jesús, es decir de la comunidad e introducen un correctivo. Jesús desenmascara este falso realismo, porque sólo superando la lógica de poder se puede edificar el Reino. Así que Jesús llega a casa, al lugar de su grupo, y lo que hace y dice no es criticar a los de fuera, sino a sus propios seguidores. Busca últimos y servidores (eskhatoi, diakonoi), personas que sepan ponerse al final para ayudar desde ahí a los otros, y por eso pone en el centro de la comunidad a los niños, el centro ya está ocupado por ellos, y allí los abraza, y vence a la conspiración ofreciendo amor a un niño, porque el niño está a merced de los demás y necesita cariño. Damos gracias a Dios por tantos que de forma sencilla y sacrificada están dando la vida por los demás, estos son nuestros maestros y guías, quizás no los conocemos pero ahí están para quien quiera verlos, son los “menores”.

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