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¿Necrófilos o biófilos? - Francisco Cano

Poder amar y ser amado de manera íntima, plena, libre y total, es nuestra aspiración más radical, esta es la resurrección en la que creo

32. T. O. 2022 C Lc 20, 27-38

Unos que vivían un materialismo puro y duro (saduceos, senadores y ancianos) pretendían ridiculizar a Jesús. Jesús los lleva a la Escritura, al mismo Moisés, referencia indiscutible. A la vez les propone algo novedoso: la fe en un Dios de vivos y para la vida. Esto supone creer en la plenitud de la vida humana, superando la corta visión biologicista, pero también trabajar por la vida presente, que es anticipo de la vida plena a la que estamos llamados.

Jesús corta su esperpento fundado en la ley del levirato, y les hace caer en la cuenta de que la vida de los resucitados no se puede ni plantear ni entender como una especie de prolongación de la vida terrena, sino una transformación.

La resurrección no es prolongación de la vida terrena, sino una transformación, que consiste en otra forma de existencia, porque será la vida sin limitación alguna.

Jesús proclama la buena noticia: Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para él todos están vivos. Dios es fuente inagotable de vida. Es como decirnos: ¡que no, que la muerte no le va dejando a Dios sin sus hijos e hijas queridos!

Cuando nosotros los lloramos, Dios los acoge con amor de Padre. En una palabra: Jesús no puede ni imaginar que a Dios se le vayan muriendo sus criaturas. Nadie ni nada va a dejar a Dios sin sus hijos e hijas. No es posible. Dios es fuente inagotable de vida.

Hay más: Dios crea a los vivientes, los cuida, los defiende, se compadece de ellos y rescata su vida del pecado y de la muerte. Dios es amigo de la vida, por eso se compadece de todos los que no saben o no pueden vivir de manera digna, por esto es increíble que no captemos el absurdo de nuestra fe: que cantamos al Creador y Resucitador de la vida, y al mismo tiempo, contribuimos a generar hambre, sufrimiento y degradación en sus criaturas.

Sí, la vida finita en sí misma encierra un gran valor. Es muy grande vivir, aunque sólo sean unos años. Es muy grande amar, gozar, crear un hogar, luchar por un mundo mejor, pero ¿podemos eludir la verdad última de todo el proceso que sólo se capta en profundidad desde el final?

Si lo que nos espera es la nada, ¿qué sentido último pueden tener nuestros trabajos, esfuerzos y progresos? ¿Y los que han muerto sin disfrutar de felicidad alguna? ¿Qué esperanza le espera al que ha vivido siendo injusto? ¿Qué esperanza puede haber para nosotros mismos, que no tardaremos en desaparecer de esta vida sin haber visto cumplidos nuestros deseos?

El amor es la experiencia más honda y plenificadora del ser humano. Poder amar y ser amado de manera íntima, plena, libre y total es nuestra aspiración más radical, esto es creer en la resurrección.

Si el cielo es algo, ha de ser experiencia plena de amor: amar y ser amados, conocer la comunión gozosa con Dios, experimentar el gusto de la amistad y el éxtasis del amor en todas sus dimensiones. Esa es mi añoranza, mi nostalgia, mi tristeza hoy…, mi incapacidad para vivir este deseo profundo aquí. Esta es mi pena, y cómo pesa. Pero la experiencia cristiana se fundamenta en un acontecimiento: que Dios ha resucitado al crucificado, y ese soy yo hoy. Estoy crucificado, y espero la resurrección porque doy fe a Jesús, que ha dicho: “Yo soy la resurrección y la vida”, y entonces, en el horizonte, aparece un Dios que es más fuerte que la muerte.

Espero vivir en ese estado donde se goza el amor y nace la fiesta. La fiesta de una creación sin muerte, rupturas y dolor. La fiesta de la amistad entre todos los pueblos, sin distinciones de ningún tipo. La fiesta de las almas y de los cuerpos, la plenitud de la creatividad y la belleza, el gozo de la libertad total.

¡Levantemos la mirada! ¡Atrevámonos a esperar mucho! Escuchemos a ese Dios revelado como Amor infinito y salvador en Cristo resucitado.

Que no se nos olvide que Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos. Un Dios que sólo quiere una vida dichosa y plena para todos y para toda la eternidad.

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