COVID19: Algunas lecciones de la pandemia - Cástor Bartolomé

Nuestra generación está viviendo una experiencia inédita, bajo muchos aspectos, en la historia de la humanidad: una pandemia globalizada. A lo largo de los siglos ha habido muchas pandemias, pero está llegó a nosotros con rasgos muy singulares. Se presentó en un siglo XXI donde la globalización humana se intensificó agudamente en las últimas décadas. Eso ha hecho que la pandemia también se extendiese como un reguero de una pólvora al que el coronavirus prendió fuego. Nunca antes en la historia de la humanidad se había vivenciado una pandemia en tiempo real, en escala mundial, y con un impacto informativo tan intenso y capilar.

Esta pandemia tiene muchos aspectos para ser analizados. El origen y consecuencias biológico-clínicas de la misma; los impactos sociales que está produciendo; la debacle económica que está ocasionando y las lecciones ético-políticas que emergen de ella.

Someramente, los impactos sociales de esta pandemia todavía los vamos a ver en los próximos años. Pero hay algunos elementos de la geopolítica mundial que ya apuntan como una señal en el horizonte. Desde el inicio del siglo XIX, EE. UU. despuntaron como una superpotencia imperial, después de su intervención en la guerra de Cuba contra España y después de la 1ª y 2ª Guerras mundiales, imponiendo un modelo imperial de economía y vendiendo su modo de vida american way of life (o modo de vivir americano) como una cultura que ha colonizado el mundo actual.

Ahora, en el auge de la pandemia, EE. UU., con el gobierno de Trump y su política nacionalista, vuelve las espaldas al mundo y sólo quiere preocuparse de sí mismo. De otro lado, vemos que todos los países del mundo vuelven sus miradas para China pidiendo ayuda y colaboración, incluyendo la Unión Europea. China ha dado una señal verde de que está mandando toda la ayuda posible y necesaria en equipamientos de hospital, decenas de miles de médicos están saliendo como voluntarios a colaborar por el mundo, aportando su experiencia de éxito en la lucha contra la pandemia en China.

Hace años que vemos surgir a China como una potencia económica, pero ahora la vemos imponerse como una potencia tecnológica y también con una capacidad de gestión que asombra el mundo. Construyeron hospitales con miles de camas en 10 días para luchar contra el coronavirus. Su actual solidaridad, con toda seguridad, obedece a una política de expansión de su influencia a partir de un modelo de lo que denominaron proyecto “Un cinturón”, siguiendo el modelo de Marco Polo. No obstante, ese modelo de relaciones internacionales, diferente del de Trump, apunta para la defensa del multilateralismo, en el cual China no pretende dominar políticamente, pero pretende hacer que el mundo, cada vez más, confluya en sus redes económicas y logísticas para Pequín.

En los próximos meses tendremos que evaluar con más precisión las consecuencias reales de esta abertura solidaria de China a tantos países del mundo en este momento tan crítico de pandemia. Así como tendremos que evaluar las consecuencias del narcisismo nacionalista impuesto por la política del gobierno de EE. UU. y cómo sus antiguos e actuales aliados, entre ellos Europa, van redefinir los vínculos estratégicos con un país que les está dando la espalda cuando más lo necesitan.

Pero nos interesa destacar, también, algunas lecciones éticas que esta pandemia nos está mostrando:

A. La pandemia está mostrando que somos absolutamente interdependientes unos de los otros. Que cada vez más los seres humanos estamos vinculados al otro de modo inexorable. Esta pandemia deja evidente cómo somos capilarmente corresponsables unos por los otros. Mi actitud individual no es un problema sólo mío, como predica la cartilla del liberalismo utilitarista. Mi actitud individual afecta directamente al otro, así como la del otro me afecta. En pocas ocasiones hemos visto tan explícitamente descrito ante nosotros el principio de la fraternidad universal. Esto no es una predicación moral, es una realidad antropológica y por ello es el substrato teológico para entender nuestra relación con Dios.

B. La pandemia nos está mostrando la grandeza de una naturaleza y lo pequeños que somos cuando esta muestra toda su potencia. Vemos las consecuencias de una naturaleza a la que hemos maltratado en los últimos siglos, depredándola como si fuese un súbdito que sirve nuestros antojos. Aquí hay una lección importante sobre la urgencia en redefinir la relación con la naturaleza. Una vez más se destaca la importancia profética que representa el documento Laudato si del papa Francisco para los tiempos que vivimos.

C. La pandemia está provocando una experiencia global de lo que se denomina “decrecimiento” económico. Una de las consecuencias positivas que se destaca de este fenómeno es que en estos días, semanas y tal vez meses que dura la pandemia, con la retracción del modelo de actividad económica que tenemos, han descendido considerablemente los índices de contaminación en todo el planeta. Es como si el planeta estuviese respirando mejor, casi a pleno pulmón, porque nos vemos obligados a frenar la contaminación. Este hecho debe hacernos pensar globalmente en la imperiosa necesidad de redefinir el actual modelo de consumo infinito y descarte ilimitado para un modelo de consumo necesario y de vida con austeridad simplificada que nos liberta.

D. La pandemia nos está mostrando lo esencial y lo superfluo de la vida. Al tener que parar un ritmo frenético diario que no sabemos a dónde nos lleva, y enfrentarnos a nosotros mismos con nuestros miedos, entonces vemos aflorar en nosotros la superficialidad de nuestros fantasmas y cómo apreciamos y valoramos poco aquello que es esencial a la Vida: desde el sol, al paseo, el abrazo, la compañía del otro.

E. La pandemia nos está mostrando la importancia de la solidaridad en todos los aspectos. Vemos y valoramos cuáles son las personas más cercanas e íntimas con las cuales estamos encerrados o conversando. La situación de aislamiento nos empuja a la amistad y el diálogo con los otros que parecen distantes, pero que los necesitamos para cubrir nuestra soledad vital. También vivimos la experiencia de la solidaridad colectiva, desde los balcones, los hospitales, los camioneros o cada trabajo que en estas circunstancias se destaca por el bien que hace a los otros, y no sólo por el beneficio o rentabilidad que deja al capital.

Esta pandemia permite aflorar los aspectos más íntimos del mensaje evangélico, mostrando que no son consejos idealistas de aquel galileo de hace más de 2020 años, sino que su mensaje son palabras que están encarnadas en nuestra piel humana. Si no, quién no ve el rostro del buen samaritano en tanta dedicación y entrega de los sanitarios en estas circunstancias; quién no recuerda el eco de las bienaventuranzas de Jesús en tantas actitudes y gestos de entrega desinteresada; quién no percibe el rostro del evangelio en la máxima: cuida de ti para cuidar de los otros, que en estos momentos continúa alimentando la decisión de millones de personas de encerrarse con sacrificio en sus casas, por el bien de todos. Es la imagen más pura de una cruz cargada, durante toda la cuaresma, en la firme esperanza de la Resurrección de la Vida.