COVID19: Primero de mayo - Carlos Díaz

Querido Manolo, anuncias con este texto de hoy el final de lo que podríamos denominar Memoria de una pandemia. Has escrito mucho y buenísimo durante estos días tan especiales, y no me he perdido ni una sola de tus crónicas diarias, que tan gentilmente me has ido regalando. Siempre hay alguien que le supera a uno, y no sabes cuánto me complace que seas tú.

Dices que «si bien no puedo salir de casa, pasearé la casa con corbata roja, prenda que rarísima vez utilizo, según acostumbro hacer este día. Lo hago desde 1968, cuando me sumé en Madrid a las manifestaciones para conmemorar el Día de los Trabajadores. La noche anterior, había estado con dos miembros del PC imprimiendo a ciclostil montones de octavillas. Acudí a la Gran Vía, repleta de manifestantes, junto a mi amigo José Miguel Oriol. A la altura de Tribunal, dos grises arrearon detrás de nosotros, que corríamos como gacelas. También ellos eran ágiles y, probablemente, aprovechaban para salirse del meollo persiguiendo a dos imberbes. Sentí su aliento en la nunca y el torbellino de las porras sobre las espaldas. Quizás no nos detuvieron porque en el fondo no les apetecía y terminamos despistándoles por las traseras de San Bernardo. 

»Por la noche, acompañé a Julián Sanabria, párroco del Barrio del Pilar, a la Dirección General de Seguridad para conocer qué había sido de unos militantes de nuestros grupos a quienes detuvieron por la mañana. Mi amigo era una de las personas más serenas de cuantas pude nunca conocer. Él llevó todo el peso de la áspera entrevista que nos concedió uno de los comisarios allí dominantes. Realmente, no nos dejó de amenazar todo el tiempo, incluso con una patada en los cojones. A mi amigo le espetó que seguramente era un cura rojo, de rojos. Julián, sin perder nunca el equilibrio, le sonríe y contesta: “lo primero, Vd. sabrá; pero le participo que a mi padre lo fusiló en 1936 una partida de milicianos acusándole de católico”. La cosa terminó poniéndonos en la calle con malos modos y diciendo que ya conoceríamos la situación de las personas detenidas…

»Aunque nos limiten a la ridiculez de un Km., espero salir mañana, defendido por guantes y mascarilla, con el contundente báculo de castaño que un día merqué en Guadalupe. Iremos canturreando el Resistiré, cuya letra también luce un toque de extremeñeidad. Según se sabe, la música de este himno contra el coronavirus la encargó Manuel de la Calva al periodista Carlos Toro Montero para el Dúo Dinámico. Camilo J. Cela había consagrado la consigna “En España el que resiste, gana” en su discurso al recibir (1987) el Príncipe de Asturias…

»Cuando pierda todas las partidas. / Cuando duerma con la soledad. / Cuando se me cierren las salidas / y la noche no me deje en paz. / Cuando sienta miedo del silencio. / Cuando cueste mantenerme en pie. / Cuando se rebelen los recuerdos / y me pongan contra la pared. / Resistiré, erguido frente a todo. / Me volveré de hierro para endurecer la piel / y aunque los vientos de la vida soplen fuerte, / soy como el junco que se dobla / pero siempre sigue en pie. / Resistiré, para seguir viviendo, / soportaré los golpes y jamás me rendiré…».

En estos meses, cada vez que he ido a levantar la palabra por escrito me he encontrado con la tuya tan íntimamente que sólo para comulgar contigo y en tu honor quiero aquí volver la grupa hacia un par de recuerdos a los que te refieres. El primero, que también ha sido tu amigo José Miguel Oriol el amigo que ha surcado mi vida en tantas cosas, pese a tantas desavenencias ulteriores por su condición de gran maestre de Comunión y Liberación, como relato en mis Memorias de un escritor transfronterizo: sin él yo sería otro. El segundo es aún más sorprendente: que ese santo varón y no menos santo sacerdote fue el que nos casó en su pueblo, Quero (Toledo), en aquel ambiente verdaderamente rústico, huyendo nosotros como lo hacíamos de profesores y académicos que contra nuestra voluntad terminaron fletando un autobús para allá presentarse. «¿Qué quieres que te traiga si voy a Quero? Una jarrita de agua del pozo nuevo».

Qué alegrías me da tu vida, querido Manolo Pecellín. Tú aún mantienes simbólicamente tu corbata roja, la mía sería roja y negra si la tuviera, pero yo no sobreviviré, no sobrevivirá mi memoria, ni resistiré, ni resistirá la memoria de tantos otros amigos que ya han muerto pese a su denodada resistencia en algunos casos. Esa supervivencia no la quiero, sé que voy a resucitar por el amor de Dios a pesar de mí mismo, pero eso es harina de otro costal. Nada de eso impide que me una contigo al alborozo quinceañero del Dúo Dinámico. Vamos, querido Manolo, canta: «Cuando pierda todas las partidas. / Cuando duerma con la soledad. / Cuando se me cierren las salidas / y la noche no me deje en paz. / Cuando sienta miedo del silencio. / Cuando cueste mantenerme en pie. / Cuando se rebelen los recuerdos / y me pongan contra la pared. / Resistiré, erguido frente a todo. / Me volveré de hierro para endurecer la piel / y aunque los vientos de la vida soplen fuerte, / soy como el junco que se dobla / pero siempre sigue en pie. / Resistiré, para seguir viviendo, / soportaré los golpes y jamás me rendiré…».

Cuánto tiempo, cuántos años, hermano, y sin embargo coincidir, coincidencias que son para mí sin saber por qué auténticas diosidencias. Gran abrazo, que tenemos que hablar de tantas cosas, ahora o luego, compañero del alma, compañero…