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Eres nuestra águila - Carlos Díaz

Estudié en los manuales jurídicos que una cosa es el Estado y otras los partidos que los gobiernan. La práctica es que el Estado son los partidos cuya intrínseca ley degenerativa es como sigue:

1) Mercadeo de la moral: los próceres desmoralizan con sus privilegios, impunidades y tráficos de influencias, contaminando lo público con lo privado, agraviando comparativamente a los pequeños contribuyentes, teniendo opacidad financiera y judicializando permanentemente la vida pública. 2) Le sigue la reacción autodefensiva del Estado ofendido (sea cual fuere el gobierno): todo es una campaña de infundios urdida contra él por complots universales. 3) Toma de medidas, nombramiento de una o varias comisiones investigadoras. Los investigados pueden respirar tranquilos: olvido del escándalo, que con otro más escandaloso se tapa. 4) Vuelta al Nuevo Orden esta-vez-sí-que-lo-haremos-bien: que todo cambie para que todo continúe. 5) Todo tiene carácter episódico y excepcional cuando el nuevo gobierno llega al poder. 6). Vuelta a convertirse en zona franca autopermisiva, aliviadero de tensiones. 7). Finalmente, como razón de ser del gobierno, pase a la acción (terrorismo estatal, bandas parapoliciales, fondos reservados, tráfico de armas). Alimentado el monstruo y su monopolio de violencia ilegítima, aunque legitimada, presenta a su líder como estatura moral de la humanidad y vértice institucional del sistema democrático. Jürgen Habermas niega que semejante lógica sea inevitable: el Estado de bienestar es una conquista indeclinable, aunque sólo fuere a título de mal necesario, pues ¿qué pasaría después de la privatización neoliberal de los sectores de la economía menos rentables? En esa órbita, algunos, de mala gana como Elías Díaz, proponen allende la dicotomía sociedad civil/Estado un tercer paradigma, el del socialismo democrático, basado en un fuerte partido socialdemócrata apto que establezca el pacto constitucional con las fuerzas políticas de derecha y de izquierda para defender la democracia, y el pacto complementario con los sindicatos y sectores de la ciudadanía. Falta saber si lo que aquí se presume socialismo salvador no es lo mismo que impide esa presunta salvación. Yo veo las cosas como Proudhon: «Ser gobernado es ser, en cada operación, en cada transacción, a cada paso, anotado, registrado, censado, tarificado, sellado, medido, cotizado, patentado, licenciado, autorizado, apostillado, amonestado, impedido, reformado, enseñado, corregido. Es, so pretexto de utilidad pública y en nombre del interés general, ser puesto a contribuir, robado, expoliado, monopolizado, apretujado, mistificado, secuestrado y además, a la mínima queja, reprimido, multado, vilipendiado, vejado, aporreado, desarmado, agarrotado, encarcelado, fusilado, ametrallado, juzgado, condenado, deportado, sacrificado, vendido, estafado; y, para colmo, burlado, manteado, ultrajado, calumniado, deshonrado. He aquí el gobierno». Pero qué difícil resulta hoy creer con Proudhon que podemos funcionar sin gobernadores, qué poca gente creerá que «el taller hará desaparecer el gobierno», y qué fácil afirmar con Saint-Just que «todas las artes han producido maravillas, sólo el arte de gobernar ha producido monstruos».

El Estado fascista fue Franco y el democrático lo son los partidos que se van alternando: «En los medios rurales, en los años 1950, todavía se enterraba a los difuntos con un coche de caballos; los pobres lo hacían con sólo uno o dos animales, los más acomodados con cuatro o seis, y los más ricos con hasta una docena o más. De ahí viene la expresión catalana, que hoy se emplea de forma metafórica: con més rics, més animals»1. Es también la jactancia de los kwakiutl, habitantes de la isla de Vancouver, durante los banquetes competitivos llamados potlatch: «Soy el gran jefe que avergüenza a la gente. Llevo la envidia a sus miradas. Hago que las gentes se cubran las caras al ver lo que continuamente hago en este mundo. Una y otra vez invito a todas las tribus a fiestas de aceite de pescado, soy el único árbol grande. Tribus, me debéis obediencia. Tribus, regalando propiedades, soy el primero. Tribus, soy vuestra águila».

Ingenuo Kant: «Puedo asegurar sin espíritu profético, por los aspectos y signos de nuestros días, que la especie humana va a lograr su progreso hacia lo mejor sin conocer nunca una regresión total, pues en la naturaleza humana se revela una disposición y una capacidad de mejora que ni el más sutil de los políticos hubiera podido entrever»2. Menos mal que esto lo aseguraba Kant «sin ánimo profético»… ¡Maestro impagable Kant, mientras el mundo no desaparezca llevarás razón, tu hipótesis autodefendida es irrebatible, pues si llegase el día de la catástrofe final, nadie estaría allí para contradecirte! Con el debido respeto, maestro amado. Y con el debido respeto, maestro Kropotkin, no menos ingenuo: «En las guildas, cuando la nave hanseática se había hecho a la mar, el capitán reunía en cubierta a toda la tripulación y a los pasajeros, y les dirigía el discurso siguiente: “Como nos hallamos ahora a merced de la voluntad y de las olas debemos ser iguales entre nosotros. Y, puesto que estamos rodeados de tempestades, altas olas, piratas marítimos y otros peligros, debemos mantener un orden estricto a fin de llevar nuestro viaje a feliz término. Por eso debemos rogar que haya viento favorable y buen éxito y, según la ley marítima, elegir a aquellos que ocuparán el asiento de los jueces”. Al final de la navegación éstos decían a los tripulantes: “Debemos perdonarnos todo lo que sucedió en la nave y en interés de la justicia. Por eso os rogamos a todos olvidar toda animosidad que podáis albergar el uno contra el otro”». Y, también con el debido respeto, pobres guaraníes: «Los guaraníes llamaron kuatía a la letra, voz con que se significaba también el dibujo y pintura con que se adorna un hombre: ava ikuatia para, y que adornando el papel se vuelve escritura. “Jurar sobre el pan y la sal que no recordaréis lo pasado con rencor. Pero si alguno se considera ofendido, que se dirija al juez de tierra y, antes de la caída del sol, solicite justicia ante él”. Al desembarcar a tierra finalmente, todas las multas cobradas en el trayecto se distribuían entre los pobres»3. «Los Yanomami, indios del territorio brasileño de Roraima, significan la letra con la palabra kanasi, que quiere decir vestigio, cadáver, restos, señal e indicio. De hecho, la escritura podrá ser todo esto: el cadáver de una palabra muerta, los restos y desperdicios de vocablos vacíos, pero también el vestigio de la memoria, el indicio de vida futura, una señal de lucha. Frente a esa magia terrible del papel los dueños de la palabra proclaman el primado de la palabra que queda en el tesoro de la memoria. Cosas duraderas: memoria. Cosas de poca importancia: escritura, dice un proverbio de los tuaregs del norte de África”4.

1 Llovet, J: Adiós a la Universidad. El eclipse de las humanidades. Galaxia Guttenberg, Barcelona, 2012, p. 131.

2 Kant, E: La disputa de las facultades. Ed. Losada, Buenos Aires, 1963, p. 112.

3 Kropotkin, P: El apoyo mutuo. Ed. Zyx, Madrid, 1969, pp.178-179.

4 Meliá, B: El Paraguay inventado. Centro de Estudios Paraguayos Antonio Guasch. Asunción del Paraguay, 1997, pp. 92-93.