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El gran motor de lo bueno de la historia es el amor – Francisco Cano

Corpus 2021

¡Ven, como el pan, tenemos hambre de justicia, igualdad, solidaridad, fraternidad, comunión, amor!

Sigue habiendo víctimas consecuencia lógica de enfrentamientos. Ahora, en Cristo la víctima es la expresión de un Amor inexpresable que se ofrece para evitar todas las víctimas, liberar a todos del miedo y unirnos en la celebración del compromiso existencial por una vida y un mundo más humano: Eucaristía.

Hoy nos haces este regalo: tu muerte solidaria, hoy anunciamos que se han acabado los mesianismos y la esperanza nacional de Israel. Hoy comienza la misión universal en Galilea. ¿Para qué ha servido el paso por Jerusalén? Ha sido inútil. Allí ha anunciado Jesús el fin del templo y el anuncio del evangelio a todas las naciones; allí ha recibido la unción para la muerte y ha ratificado su entrega, dando su cuerpo como pan. ¿Qué ha sucedido? Que ayer, como hoy, el mesianismo judío lo rechaza y la autoridad oficial lo condena a muerte. La identidad del judaísmo, le abandona y, desde el signo del cordero de la alianza del judaísmo, le rechazan. ¿Para qué ha subido a Jerusalén? Para iniciar un nuevo camino de Pascua. ¿En dónde? En Galilea. Si nos olvidamos de esto, el Corpus se convierte en un acto cultural al margen de la vida y existencia de los hombres.

Nos encontramos con un hecho que no podemos obviar: la fiesta judía de pascua va a ser lugar de división definitiva; crea una nueva mesa de solidaridad con sus discípulos, pero uno de ellos, que moja de su plato, lo va a traicionar. ¿Qué nos dice esto? ¿Cuál es la nueva solidaridad? La Eucaristía. ¿Dónde empieza? Donde uno lo traiciona, allí Jesús ofrece la más honda alianza universal de su comida: su cuerpo hecho pan universal, su sangre hecha bebida para todos.

¡Qué paradoja! Jesús, el solitario, expulsado de Israel, puede y quiere presentarse como principio y contenido de la más alta comunión. Jesús ha roto el círculo de la solidaridad nacional y así se ha vuelto escándalo. Empieza con la caída de los Doce: se queda solo, ha elegido unos discípulos para que le acompañen, pero ellos le abandonan. Escoge a un nuevo pueblo, para celebrar la pascua de la vida solidaria, pero ellos le niegan; sin embargo, esa negación es el comienzo. Y ahí desde esa negación comienza un camino nuevo de esperanza. Tras resucitar: “os precederé a Galilea” Su entrega se muestra como solidaridad: Galilea es el lugar del comienzo universal del evangelio. Ayer y hoy.

Nosotros hoy queremos recuperar el signo del pan, bendecido, partido y dado como el gesto más profundo de su vida, y el cáliz que ofrece a sus discípulos, la copa de agradecimiento que es la sangre de su alianza, signo del Reino de Dios. Y tomamos conciencia de que estos elementos constituyen el culmen de la obra de Jesús, son el testamento de lo que ha sido su vida y mensaje, y lo hacemos viviéndolos como lo que son: principio y sentido fundante de la Iglesia, palabras y gestos que nos constituyen como seguidores. ¿Dónde se vive así la eucaristía? ¿Qué puesto ocupa hoy la eucaristía en la vida de los cristianos? ¿Como los discípulos? ¿Sin entender, no comprendiendo?

Sólo se multiplica el pan allí donde cada uno de nosotros entrega su vida por los otros. ¿Cómo? Volviéndose comida y creando comunión. “Lo bendijo, lo partió y se lo dio”. Antes daba el pan para que lo repartieran a la muchedumbre (servicio), ahora se lo ofrece para que ellos mismos coman. ¿Dónde se sitúa nuestra vida y experiencia? ¿En uno, en otro o en los dos casos? Ya no es un pan cualquiera, ahora es Jesús. Jesús no aparece como un cordero, sino como un pan en las manos. Lo sagrado está en su misma vida, simboliza un pan, que es un cuerpo regalado; no hay vinculación con palabras o doctrina, ni ideales, sino con el pan de su vida entregada.

Esto (el pan que llevo en mis manos) es mi propio cuerpo, mi verdad, mi vida. Pan que se reparte. ¿Para qué? Para que los suyos se vinculen a su vida; para fundar su Iglesia sobre el don de su cuerpo, convertido en fuente de existencia. Lo mismo con el cáliz, lo toma y lo relaciona con la entrega de vida: “dando gracias se lo dio y bebieron”. Todos beben de su vida, porque Jesús interpreta su vida como cáliz que ofrece y comparte, esto significa asumir el riesgo y la entrega de su evangelio, en donación hasta la muerte. Pero se trata de una copa de vino, bebida de fiesta gozosa y abundante, destacando la bebida de la fiesta gozosa de su comunidad.

Es sangre de la alianza, no es fuerza biológica de generación, ni sangre ritual de sacrificios, violencia de animales muertos. Es la sangre de la alianza que él realiza en su comienzo con los marginados de Israel y los malditos. Eucaristía significa derramar la sangre para dar vida. Es la sangre de hombres y mujeres que viven compartiendo lo que son en solidaridad vital de amor, de entrega mutua, y aquí comienza el principio generador de la comunidad.

La sangre de Jesús ya no es sólo la que brota de la cruz, sino toda su entrega personal, su vida hecha regalo en favor de los hombres. Ahí es donde surge la Iglesia formada por aquellos que, uniéndose a Jesús y cumpliendo la voluntad de Dios, comen del mismo pan y beben del mismo cáliz. Sí, existe comunidad donde cada uno entrega su vida/sangre por otros. Hasta que llegue el día del vino nuevo, la fiesta completa del banquete. Así que así unimos comida de Jesús con los pecadores y cena con sus discípulos, banquete escatológico del vino del Reino.

Vivimos en la fe (pistis), en la esperanza (elpis), pero sobre todo queremos vivir en la fílica en la que domine el amor, la amistad, el amor fraterno.

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