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Jesús establece las bases de la fraternidad – Francisco Cano

29. T. O. 2021 Mc 10,35-45

La caridad no es opcional, está en el centro de nuestra fe y del mensaje de Jesús.

Lo que este relato nos narra es que Jesús está a una cosa y los Doce en la contraria. La incapacidad y tozudez de los discípulos exige a Jesús una nueva y paciente enseñanza. ¿Qué es lo que trasmite? Que no hay distinción entre los que quieren mandar en línea buena, para ayuda de los demás, apareciendo como servidores del Dios todopoderoso de los que mandan de forma pervertida.

No hay para él un poder malo y otro bueno. Todo poder, en el fondo, es destructor, toda imposición es mala. Jesús no ha venido a mejorar el poder, sino a superarlo de base.

Claro: Él ha invertido la tentación dominante de las comunidades religiosas que traducen en forma sacral las estructuras del poder mundano. Ante la manipulación mesiánica de los zebedeos, junto a Pedro, que son sus seguidores principales, ha establecido aquí las bases de una fraternidad donde no existe poder, sino servicio ejercido por el diakonos, servidor libre, o doulos, esclavo.

Jesús busca una Iglesia transparente donde los hermanos puedan compartir cien casas, madres, hermanos e hijos. Jesús no se evade, desea la vida en común, el pan multiplicado; por eso debe rechazar un poder que quiere organizar el mundo desde arriba. Esta es la novedad de Jesús.

Nosotros seguimos sentándonos a diestra y siniestra. La vida humana, para Jesús, no se soluciona preparando mandos apropiados, Jesús no busca un grupo superior para gobernar y dirigir, no investiga los posibles dotes. No somos funcionarios de una empresa. Él busca madres e hijos, buenos hermanos que sepan regalar su vida por los otros. Este es el manual de una comunidad de servidores.

Jesús ha venido a dar la vida, y no a exigir a los otros que le rindan homenaje. Quiere una comunidad de servidores, gente cargada de cariño, entrañas de misericordia que sepan dar la vida por los otros.

El evangelio no es un directorio para triunfar, manual para ganar dinero y dominar sobre los otros. No nos confundamos de mesías, que confundimos a Dios con el diablo, Cristo y anticristo. Claro: al pueblo se le salva, no con buenos gobernantes, sino con buenos servidores.

¿Dónde está nuestro poder? En el servicio. En la revolución de la misericordia y la fuerza de la compasión. ¡Oh Dios, que manifiestas tu poder con el perdón y la misericordia! (Oración Colecta Domingo 26. T.O).

Esto es lo que deseamos ser por vocación: servidores de todos. Lavar los pies, curar a los enfermos, acoger a los excluidos, dar de comer a los hambrientos y denunciar las injusticias, ¿es esta es la realidad de nuestras comunidades?

Demos gracias a Dios porque sí estamos donde tenemos que estar, y sirviendo de forma práctica a quienes podemos servir, y a la vez, con temblor y temor, porque todo puede perderse cuando las competencias entre nosotros, las rivalidades internas, nos hagan perder el centro de nuestra vida, de nuestra vocación, a la que hemos sido llamados.

Sin el encuentro con Cristo, que es quien determina nuestra vida, nuestro lugar en la sociedad, en la Iglesia, y sin la urgencia de saber que nos pide el anuncio del Evangelio hoy, perderíamos la razon de ser y existir y, no sólo perderíamos nosotros, sino los miles de pobres a quienes hemos sido llamados a servir y compartir nuestra vida.

“Estamos cerca” de los que lo pasan mal, y lo hacemos porque Él lo hizo, esta es parte fundamental de nuestra vocación: abrir los ojos ante nuestros prójimos y cuidar de ellos. ¡Enhorabuena, por ser y formar parte de su grupo! Con solo un objetivo: que todos sientan en sus vidas, a través nuestro, el amor de Dios.

Entre nosotros sólo cabe el servicio, y colocarse voluntariamente en el último lugar. Jesús no es un maestro que exige a los demás lo que no es capaz de hacer realidad él. Jesús es quien sirve, vive en clave de entrega. La caridad no es opcional, está en el centro de nuestra fe y del mensaje de Jesús.

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