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DEL NO AL SI – Mariano Álvarez Valenzuela

Del No al Si le pasa lo mismo que del dicho al hecho, del que se suele decir que hay un buen trecho. Y en este caso, un trecho in-finito, in-sondable, in-comprensible, in-abarcable, in…, llamado Libertad.

Este “espacio” no se corresponde con el de la realidad, no puede pertenecer a ella; decía N. Berdiaev que: “La Libertad pertenece al ámbito de lo increado”. Ella es la medida de la realidad, es más, es creadora de toda realidad, de toda vida. Su espacio es el del misterio creador. Cuando el hombre la pronuncia conscientemente de lo que significa y quiere acercarse a ella se le abre súbitamente un abismo y siente un vértigo existencial, siente que su vida pende del hilo de su libertad, solo en situaciones existencialmente límites es capaz de apreciar la profundidad de dicha palabra.

La libertad me enfrenta radicalmente a mi vida, es un enfrentamiento a vida o muerte, aunque parezca una contradicción. Un enfrentamiento en el que sólo puede haber un ganador. Aquí reside la tragedia de todo hombre que por encima de todo quiere vivir, sin darse cuenta que la vida tiene un precio, un valor, llamado libertad. Es tragedia porque la vida misma depende de ella, está a su disposición. Quien quiera salvar su vida la perderá, pero quien la pierda por Mí la salvará (Mc.8:35).

Si en el pensamiento existencialista no nihilista, la persona “es en” el espacio del Yo Y Tú, en el que Yo no soy sin Ti; en la realidad de la existencia, la vida de la persona para ser vida, exige que ese espacio esté lleno de libertad sin ningún tipo de condicionamiento, en caso contrario el Yo se debilita, se extenúa y muere. Por todo esto y para mantener el rigor y la coherencia de lo hasta aquí dicho, es preciso afirmar que la vida de toda persona ya desde su origen lleva de forma implícita y explícita el sello de la libertad, porque la libertad es condición necesaria en esa relación primordial que me da la vida, por eso la persona es un ser relacional en origen, relación con su Tú Primordial, lo quiera o no lo quiera. La libertad tiene rostro y el hombre (la Persona) es su imagen y no el azar como muchos creen.

La libertad es irracional, es previa a toda razón. Cuando el hombre la racionalizó y la institucionalizó, la introdujo en la realidad y la adulteró. Toda racionalización en su expresión límite, es un intento de dominación, de apoderamiento de aquello que le da poder al hombre al hacerlo suyo. La libertad perdió su esencia, se prostituyó en objeto manipulable. Aun así, este objeto al institucionalizarse precisó, precisa y precisará de muchas palabras, de muchos escritos, de muchos libros, pues se resiste a dejar de ser lo que es. Todo el vasto mundo del derecho da fe de esta necesidad.

Si en el pasado el poder del hombre se fundamentaba en la fuerza bruta y después en la fuerza de su razón, al final tuvo que añadirle la fuerza de la palabra, la palabra libertad, porque ningún poder podía hacer frente a las ansias infinitas de libertad ya que la fuerza bruta en sus mil y una formas, con razón o sin razón, siempre acababa siendo desestabilizada, cada vez se precisaba de más fuerza y esto al final resulta agotador.

Pero el hombre junto a la fuerza ha introducido la astucia de la “palabra”, pues ésta es el arma más poderosa que existe y así se apoderó de la palabra Libertad como arma de engaño. Astucia y mentira se apoderaron de ella dando comienzo una nueva historia de un nuevo poder que exige menos esfuerzo físico. Hasta el hombre de la fuerza se aburguesa

La libertad institucionalizada, cosificada, es un señuelo que está acabando por adormecer los espíritus libres, mutándolos en espíritus burgueses, comodones, que reniegan de la verdadera libertad en aras de una vida sin problemas como propone el Nuevo Orden Mundial, en el que la libertad es sustituida por la zanahoria del bien-estar y no del bien-ser. Un bien-estar a la carta, tutelado por el poder del nuevo hombre progresista, cuyo poder nos hará creernos libres, pero que en realidad será más un perdona vidas a cambio de nuestra libertad. Libres de preocupaciones, de responsabilidades, incluso del miedo a la muerte, que no de la propia muerte, ofreciéndonos a cambio una realidad nueva con una inmortalidad virtual.

La libertad mutó en ley y ésta ocupó el sitio de aquella. Si la libertad originaria era creadora de vida, la ley tratando de emularla es ahora quien decide quién debe vivir y quién no, a través del derecho que es la nueva fuerza del nuevo hombre, el hombre del derecho, quien se erige en dueño de la vida y la muerte, con su ley de eutanasia ante ese fin inevitable que es la muerte, en espera de su virtualización y con su ley eugenésica ante el principio de la vida, en su variante abortista o mejor dicho con sus propias palabras: interrupción voluntaria (mejor sería decir inducida) de un proceso al que llama embarazo y debería llamar embarazoso, pues la nueva vida en camino le resulta embarazosa para su propia vida.

Este hombre del derecho es egoísta y egótico, y no podemos decir menos de una sociedad en la que estas leyes estén institucionalizadas. Todos participamos de esta sociopatología, ya que como decía Mounier: “Todos tenemos nuestra quota-parte de burgués”, de comodón, de indolente, de mirar a otra parte. No son infrecuentes los argumentos que muchas personas dan en relación a estas dos leyes, como los de: “bueno, como yo no soy abortista esto no va conmigo” o “bueno, yo con tal de evitar el sufrimiento no diría que no a la eutanasia”, etc., frases típicas de cualquier espíritu burgués que no es privativo ni de derechas ni de izquierdas ni de centro y ni de arriba ni de abajo. Ya casi ha desaparecido ese espíritu anárquico sano, cuyo valor máximo en la vida era la Libertad.

Con qué facilidad decimos NO a la Libertad a cambio de un SI a la vida, sin percatarnos que al hacerlo perdemos a las dos. Hace falta valentía, hace falta dominio de sí, hace falta inteligencia, hace falta voluntad, hace falta…, mucho amor, para poder decir Si a la Libertad, aunque en ello tenga que entregar mi vida.

Querido lector, le cedo la palabra para que sea uste quien continúe poniendo epítetos y argumentos a esta breve y tosca reflexión sobre el SI a la Libertad por encima del Sí a la Vida si así fuese preciso y recuerde, nuestro silencio siempre nos hace cómplices. La libertad o es universal o no lo es, no nos creamos libres en tanto exista un solo ser que no lo sea. ¡Otro gran misterio!

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