Artículos

Ser persona esperanzada resulta imposible sin la relación personal – Francisco Cano

4. Adv 2021 Lc 1,39-45

Ser persona esperanzada resulta imposible sin la relación personal. Buscamos la esperanza del “todos para mí y yo para todos”: comunidad

El encuentro de dos mujeres, signo de esperanza para la humanidad: la esperanza siempre es relacional. El signo de Dios que se anuncia es que hay futuro y que hay esperanza, y Dios se sirve del anuncio de que va a nacer un niño.

María e Isabel nos muestran que, en ambos casos, esperar no consiste en permanecer sentado sobre una nube: “La esperanza (spes) es ex pes, a partir del pie, con los pies en la tierra” (C. Díaz). María se puso en camino, e Isabel recibe a María con la atención que necesita, y las dos experimentan la alegría de contagiar y dar vida.

El ser humano es intencional, va hacia y viene, es adventicio, móvil, intencional. No confundamos la llegada de las cosas (“algo”) con la llegada de personas (“alguien”). No se pueden poner al mismo nivel. Sólo el “alguien” es acontecimiento novatorio, sólo su aventura es adventura: oh dichosa aventura en una noche oscura con ansias de amores inflamada. Si pido materia, no debería desasosegarme no recibir más que materia. Para las personas todo adviento es acontecimiento. Lo que nos falta es un viento nuevo. Con el adviento cristiano comienza una nueva forma de liturgia que comenzó siendo una relación entre el pueblo y Dios. Adviento es aventarse, lanzarse, decidirse, arriesgarse. El Adviento culmina en la cruz postpascual. Queremos (marana tha) advenir al Cristo adveniente y no convertirlo en un elemento decorativo en nuestro cuello. Sólo colgando nuestro pecho en su cuello adviene el Adventum, la Manifestación, pues quien llega es el Señor (Ibíd.) Esto es lo que nos revela el encuentro de estas dos mujeres. Pues quien llega es el Señor. Quedéme, olvidéme, el rostro recliné sobre el Amado; cesó todo, y dejéme, dejando mi cuidado entre las azucenas olvidado” (Sjc “Noche oscura del alma”).

Quien no vive así no es extraño que experimente que la vida se les está escapando de las manos. El que cree -María cree- en la encarnación de Dios y comparte que Dios ha querido compartir nuestra vida y acompañar nuestra indigencia, manifiesta que la relación entre iguales, pero igualmente diferentes, es fundamental para darnos cuenta de que la relación interpersonal auténtica es una fuente de esperanza y vida. No queremos que la vida se nos escape. Esto nos enseña que hoy hay una manera de amar que consiste en acompañar a vivir a quien se encuentra en la vida. Estas dos mujeres se encuentran para compartir su alegría, que va a ser alegría para todo el pueblo.

Su prima Isabel alaba con estas palabras memorables: “Dichosa tú que has creído”. De forma que lo mejor que nos puede suceder en la vida es ser dichosos porque hemos aprendido a creer. Dichosos si acompañamos a los hundidos en soledad, a los atrapados por la enfermedad a los vacíos de alegría y esperanza.

Lo que define a un cristiano es ser portador de esperanza, no ser virtuoso y observante, sino vivir confiado en un Dios cercano, por el que nos sentimos amados sin condiciones.

La vida tiene sentido, es un don y hay que vivirla como lo que es: don, gracia, regalo extraordinario que nos ha sido dado para vivir en donación y entrega a los demás. Es la fe que se convierte en bienaventuranza. “Bienaventurada tú eres, María, porque es ha creído”. ¿Quién cree hoy que creer en Jesús es ser feliz y que esta fe lleva a construir un mundo más dichoso? ¿Cuántos creen que Dios quiere vernos disfrutar, ser dichosos y felices? Más bien creemos que el movimiento de Jesús ha perdido la experiencia original que vivificaba todo, y se le han ido pegando tantos esquemas extraños al Evangelio que ha perdido la alegría original. No han descubierto a Dios como el mejor amigo de su vida, que no estamos encadenados, que somos libres. No es renunciar a la felicidad una propuesta de entrega a los demás. La esperanza es vivir construyendo, porque quien espera hace, quien desespera deshace. Desesperar de alguien es matarlo. María e Isabel nos muestran a dos mujeres que no están aferradas a su ego y, porque salen de sí mismas, no se ahogan en la desestimación. No se puede sentir en el otro sin sentir con el otro, en ambas mujeres se da la empatía como fusión de horizontes. María comprende que en el mejor sitio que puede estar es acompañando a Isabel, compartiendo ambas su esperanza, y así es como Dios nos revela el misterio de su plan sobre la humanidad.

El momento actual está teñido de desesperanza. La esperanza no es exclusiva del cristianismo. Sabemos que hay filósofos que no se dejan vencer por el cansancio de la vida o por el peso de la violencia y anuncian que la vida tiene sentido…

La respuesta de Dios al ambiente actual, teñido de un feminismo hostil, es la de haber puesto siempre en un lugar privilegiado a una mujer, modelo y actitud perfecta de obediencia a Dios, pero esta actitud de docilidad, obediencia receptiva y escucha radical no va con el feminismo que hoy campea a sus anchas.

Estamos viviendo en tiempos de desesperanza, y hoy se nos presentan tres figuras humanas que apuntan hacia el futuro. Y para más sorpresa todo (la tensión existente) se soluciona, en el abrazo de las dos mujeres, porque es el encuentro de dos mujeres-símbolo; abrazo de dos tiempos salvíficos, de bendición, de fe y de cumplimiento, donde se manifiesta la bendición de Dios. María porta la esperanza misma, a Jesús; la segunda lleva en su seno a Juan: el precursor y el enlace de la profecía de todo el Antiguo Testamento. Se abrazan las dos mujeres, se abrazan los dos tiempos. María, bendecida por Dios, bendice a Dios, y su Hijo es la bendición. Digamos en concreto: María habla de fe. El macarismo- bienaventuranza- no es nada fútil, efímero o superfluo. María es bendita porque cree, confía, espera y obedece en Dios al Dios mismo. Decir “aquí está la esclava del Señor” es un lenguaje que hoy parece que chirría a los oídos, pero para los creyentes María es el modelo del creyente que acepta a Dios con todas sus consecuencias, y la primera es que es modelo de esperanza y de entrega a Dios, lo fue antes y lo es hoy.

Share on Myspace