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Marxistas leninistas y de las Jons, únanse de una vez – Carlos Díaz

La historia del mundo editorial en España durante el franquismo estuvo marcada por la Ley Fraga, que imponía la censura obligatoria previa a la publicación de artículos y de libros. Aquel filtro era demasiado tupido y los escritores sufríamos en nuestras carnes a la brasa la carencia de libertad, los secuestros de nuestros escritos, y a veces hasta la cárcel. No voy a detenerme en esto, afortunadamente superado y perdonado; otros filtros más sutiles existen con cada régimen. Debo añadir, sin frío ni calor, que, según consta en la Dirección General de Policía, he sido el autor más censurado de España, aunque sólo fuera porque me tocó redactar mensualmente ¡con pseudónimos, para tratar de despistar a los censores husmeadores! muchos de los folletos de 13 pesetas (Serie verde) y Roja (20 pesetas) en la amada Editorial Zyx (las tres últimas letras del abecedario, es decir, la dedicada a los más pobres culturalmente), Era una Editorial procedente de la naciente Iglesia “de izquierdas”, crítica con el régimen. A pesar de mi creciente habilidad para sortear a los sabuesos, no siempre lograba eludir su lápiz rojo; ellos siguieron siendo peritos en lo mismo cuando, después de servir al Régimen, se convirtieron en afamados decanos universitarios, etc, dicho sea sine ira et studio.

¡Qué tiempos aquellos, Dios mío de mi vida! Sólo en la sopa de letras de los grupos y grupúsculos marxistas estaban la Organización Revolucionaria de Trabajadores (ORT), el Partit Socialista Unificat de Catalunya (PSUC), el Partido del Trabajo en España (PTE), el Partido Carlista, la Liga Comunista Revolucionaria (LCR), el Movimiento Comunista (MC), la Liga Comunista (LC), Joven Guardia Roja (JGR), el Partido Comunista de Unificación (PCU), la Unión de Juventudes Comunistas de España (UJCE), la Liga de la Juventud Comunista, el Círculo Joven Revolucionario, Acción Republicana Democrática Española (ARDE), el Partido Obrero Revolucionario de España (PORE), la Organización de Izquierda Comunista (OIC), la Unión Comunista Española (UCE), el Movimiento de Jóvenes Revolucionarios de la Región Centro, la Organización Comunista de España (Bandera Roja) (OCE BR), las Juventudes Comunistas de Unificación, la Juventud de Izquierda Comunista”, todas las cuales1 contra el yugo y las flechas joseantonianos, contra los seguidores del notario Blas Piñar -tan distinto del notario de Bujalance (Córdoba) Díaz del Moral- contra el periódico Pueblo de don Emilio Romero, contra los franquistas que brazo en alto abarrotaban la plaza de Ópera y aledaños para jalear al Caudillo.

En realidad estos eran los partidos rojos más estables, pero hubiera hecho falta una computadora potentísima para registrar las siglas de agrupaciones comunistas, pericomunistas o comunistoides que se odiaban entre sí al tiempo que rivalizaban por la pureza de su Rh rojo, y que sin embargo duraban menos que un caramelo a la puerta de un colegio. Todo ello por no hablar de las célebres plataformas, platajuntas y plataneras con estrategias antifranquistas más móviles que el rabo de una lagartija, en cuyo interior todos los conspiracionistas manejaban mejor que la bruja Piruja la bolita mágica en lo relativo al futuro que seguiría a la dictadura. Por supuesto, todos retrataban al rey Juan Carlos como un pobre imbécil que no sabía ni abrir la puerta de palacio, y que, en lugar de abrirla con los dientes de la llave para arriba, ponía los de su propia boca en esa posición. Luego resultó que Su Majestad el Rey Tonto tenía más dientes que un tiburón.

Y no digamos nada del jolgorio de los estudiantes progres con barba casposa, convertidos por un rayo fulminante al marxismo que era caballo ganador y con el cual se ligaba más. Puño en alto y la foto constituían su propio Cara al Sol, un deporte encantador para no pocos progres universitarios que iban de modernos, y que luego volvieron a la sensatez. Por poner un solo ejemplo, y no de los peores, el de don Ramón Tamames. Se asomaban al coso y se quedaban en la cosa, pues ligaban más con los anoracs de uniforme, las gafas de miope y el zarrapastro eidético de Abigail Guzmán, el ideólogo licenciado en filosofía marxista-leninista del peruano Sendero Luminoso, que se nutría de Marta Harnecker la profetisa infalible para sembrar el mundo de ciencia marxista-leninista, luego refinada con la alquimia del señor Althusser, el de la ciencia marxista rigurosa, al cual fue tan afecto entre otros muchos nuestro amigo Gabriel Albiac, antes de escribir en otros medios todavía más rigurosos…..

Todo aquello era la divina garza envuelta en hüevo. Nunca olvidaré a aquella burguesa salmantina enteramente descerebrada compañera de universidad e hija de los académicos Ruipérez, que en su conversión repentina al marxismo me espetó perdonándome la vida: “Tú todavía eres cristiano, pero tus hijos no lo serán”, a lo que respondí: “Que sean o no cristianos dependerá de ellos y de la gracia de Dios, pero que sean comunistas como tú va a resultar imposible porque depende de la inteligencia”.

Hoy mismo, a años luz de aquella parafernalia, en que unos y otros compiten ya en el mismo capitalismo on line, en la calle Donceles que parte del Zócalo de Ciudad de México y llega hasta la Torre Latinoamericana, inmensas pilas de libros marxistas leninistas se venden a un pesito bien regados por el orín de los gatos que los defienden de los ratones. Al fin y al cabo Karl Marx (que no era bobo) tuvo la clarividencia suficiente para escribir que entregaba sus libros “a la crítica roedora de los ratones”. Lucidez.

A aquella lucidez siguiole otra aún más indiscutible, la actual de la brillantina memez de la postmodernez, los concursos de comida rica-rica, los de sastrería y pasarela, y los castings interminables para ser vistos. Todos quieren ser el novio en la boda, el muerto en el entierro y el niño en el bautizo, investigándose ya al día de hoy un tipo de teléfono móvil con el que el muerto pueda responder desde el cajón y de este modo evitar la despedida total, todo se andará, porque el progreso eliminará la muerte.

Y a ver qué sigue a la muerte. Mientras tanto, a vivir que son dos días.

1 Juan Carlos Senent “¿Todos los partidos? Partidos ilegales y las elecciones de 1977”, en Hispania Nova, nº 19, 2021

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