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EVOLUCIÓN, INERCIA DE LA CREACIÓN – Mariano Álvarez Valenzuela

Las ciencias de la Naturaleza nos muestran la realidad biológica envuelta en una dinámica evolutiva de lo simple a lo complejo. Las ciencias de la materia lo hacen en una dinámica transformativa, al enunciar a través del primer principio de la termodinámica que la materia ni se crea ni se destruye, únicamente se transforma. Las ciencias cosmológicas nos muestran la realidad del universo en una dinámica expansiva. Las ciencias humanas nos muestran la realidad humana en una dinámica de desarrollo al que denomina progreso.

La dinámica en sus distintas formas es el denominador común en toda realidad y dinámica, dýnamis, fuerza, potencia, es aquello que pone en movimiento a toda realidad. Cuando observamos a la realidad tanto la personal como la impersonal en sus distintas manifestaciones, lo que observamos es su dinámica, cosa muy distinta a lo que sería la observación directa de la realidad. Es como el aire al viento, como el sonido a la música, como la potencia al acto, o como la palabra al discurso, en definitiva, vemos a la realidad en sus estados diferenciales, siempre en lo que no es y no en su mismidad. La realidad observada a lo más que llega es a ser una metáfora de ella misma.

Ningún dinamismo puede ser observado desde su interior. El huracán en su centro es la calma absoluta. Así como el punto no ve a la recta y ésta no ve al plano y éste no ve al cubo y así sucesivamente, la naturaleza no puede verse a sí misma, hace falta una sobre-naturaleza que pueda dar razón de ella.

De manera inconsciente usamos la metáfora en nuestra vida cotidiana para describir la realidad incluso desconociendo en ocasiones siquiera que es una metáfora. Su función primaria es de tipo cognitivo pues es configuradora intelectiva de la realidad que percibimos y pensamos.

La metáfora no solo es una figura retórica de tipo estético que aporta amplitud expresiva al relato, es lo que nos despega dialécticamente de la realidad que queremos describir, aunque sea levemente para que tomemos distancia y podamos mirar su dinamismo al dejar de estar envueltos en él.

En conclusión, las metáforas son parte fundamental en la construcción de la realidad, que configuran lo que sentimos, lo que pensamos y lo que vemos y están sujetas a un universo de posibilidades que forman parte no solo del lenguaje especializado y técnico, sino también del lenguaje popular. Nos sirven para ver las cosas con otros ojos, enriquecer las ideas y facilitar la comunicación brindando una reinvención del sentido de las cosas y ampliando el umbral del entendimiento.

En nuestros días, al hombre ya no le bastan los elementos simples, los átomos, las moléculas o las leyes inmutables de la naturaleza para configurar las bases constitutivas de su modo de estar en realidad, (incluso todos estos elementos son metafóricos). Su realidad es más inmaterial que material. Su mundo es dialéctico, es relación en el que la vigencia de ciertas actitudes se sobrepone a otras ya no por las fuerzas de la naturaleza, sino a través del consenso y el disenso, él toma el control de la realidad. La naturaleza es desplazada poco a poco del control de su realidad existencial.

Bajo esta cosmovisión paradigmática podemos afirmar que la observación de la realidad, hasta la fecha es un imposible, situación que se agudizará cuando el hombre vuelva la mirada sobre sí mismo.

Cuando el hombre observa la naturaleza para describirla, interfiere el propio dinamismo de aquella, su mirada no es neutra, no se limita a mirar sino también a modificar lo observado a través de una nueva dinámica, la técnica, en la que la naturaleza se ve comprometida, forzada a dejar de ser lo que por naturaleza es. El hombre establece una dialéctica y una praxis sobre aquella, le pregunta por lo que aquella no se pregunta y es el propio hombre quien responde por ella. Desde el comienzo de los siglos, casi no hemos hecho otra cosa que intentar conocer y organizar el mundo. La mirada y la dinámica humana transfiguran la realidad, es decir, crean una nueva realidad que se sobrepone a aquella, crean una realidad sobre-natural o si prefieren, una realidad artificial, pues éste es el calificativo que se da a todo aquello que no es natural y que en este caso acabará teniendo una mayor vigencia en su modo de existir cotidiano.

Con lo hasta aquí expuesto, se puede concluir en que el hombre teniendo naturaleza no es naturaleza. He aquí una nueva metáfora, no podía ser menos, pues el hombre en su realidad personal es indefinible, ni por sí mismo ni por ninguna de las dinámicas que como a continuación veremos sustenta su realidad personal.

La persona es realidad propuesta y nunca acabada como solía decir J. Lacroix. Todo intento de justificar científicamente la realidad de la persona y su realidad circundante, su mundo, su universo, mediante conceptos, argumentos, algoritmos lógicos o cuánticos, físicos o metafísicos, ya sean con una inteligencia artificial que le supere a la suya propia, serán vanos.

La nueva dinámica que separándose de la realidad natural aporta la persona, se sustancia en tres dinamismos: La intención (con su mirada, el a priori de la realidad), la palabra (germen de realidad) y la praxis (la técnica, reconfiguradora de la realidad) y todos ellos envueltos en una variable adimensional llamada Libertad, que deja en sus manos la posibilidad de encontrar su origen, su destino y su realidad existencial.

Estas tres dinámicas a su vez son dinámicas en sí mismas, es decir no mantienen un dinamismo uniforme a través del tiempo. La mirada, la palabra y la técnica están en un constante cambio del cambio. A este cambio del cambio se le denomina inercia, aceleración, gradiente. El matemático y el físico cuando quieren analizar el comportamiento de una función matemática, que es el reflejo de una realidad física, aplican la técnica del cálculo diferencial a través del concepto de derivada, viéndose obligados a utilizar derivadas de orden superior a medida que se van introduciendo en el análisis de la función que representa a dicha realidad. Cuanto más nos aproximamos a la realidad, más huracanes se nos abren dentro de cada huracán. Le pasa lo mismo que a la verdad, que por más que nos aproximemos a ella siempre habrá un infinito insondable en forma asintótica.

Pero cuando el hombre dirige su mirada a su propia realidad, hacia sí mismo, la cosa cambia radicalmente. Su dinamismo ya no es observado desde fuera, su dinamismo es vivido, y si cuando miraba a la naturaleza, su realidad exterior, su mirada influía en el resultado de lo observado, ahora mucho más, hasta el punto de que ya su mirada le impele a dar testimonio de sí, ha tocado fondo, testimonio que materializará al unísono con sus tres dinamismos antes mencionados.

Cuando el físico cuántico quiere conocer el estado en el que se encuentra la función de onda analizada, es decir su valor real en ese preciso momento, lo que hace es provocar el colapso de la función de onda, ha de interrumpir su dinamismo, no tiene otra opción. En este colapso la realidad se muestra tal cual es.

Trasladando este razonamiento a la observación de la realidad persona, podemos decir que la persona colapsa en su testimonio. El testimonio es la esencia de la realidad persona. En el testimonio la persona detiene el dinamismo evolutivo para mostrarse tal cual es, con su presencia auténtica. En el testimonio la persona “ES”. En el testimonio la persona muestra la verdad de su realidad.

Por mucho que la ciencia y la técnica evolucionen, al ser dinamismos “producidos” por el hombre, jamás podrán mirar al hombre, son dinamismos ciegos para la realidad persona, como lo es el punto a la recta, la recta al plano, el plano al espacio tridimensional y así sucesivamente.

Solamente desde una realidad dimensional superior al hombre, realidad que le permita verse “reflejado” en ella, es donde encontrará su verdadero sentido.

La Evolución como dinamismo interno del acto creativo, está acotada en el tiempo y a su vez está impregnada del principio de finalidad, por lo que el concepto de azar queda totalmente excluido al ser sustituido por el de posibilidad abierta a la libertad de los tres dinamismos que el hombre, la persona, introduce en su praxis concreta de su tiempo concreto. Así la evolución adquiere un carácter integrador de la realidad de todo hombre con independencia del tiempo de su existencia, respetando el principio relacional que está en la esencia del acto creador, pues la creación es un dinamismo eminentemente relacional, en el que lo creado está religado existencialmente al movimiento creador. El hombre concreto en su existencia concreta y el hombre histórico de todos los tiempos, son partícipes del mismo acto creador. Unos con un conocimiento más amplio y fino de su realidad y otros con menos, pero a la misma distancia de su pleno conocimiento, tanto en términos cuantitativos como cualitativos.

Aquí en este punto podríamos entrar en un nuevo y definitivo dinamismo. El dinamismo del acto creador, pero este será otro tema a debate y que aquí solamente adelanto que dicho dinamismo es integrador de tres dinamismos en uno solo. El dinamismo creador, el dinamismo revelador y el dinamismo salvador, con sus tres actores también integrados en un único actor.

Evolución sí, pero como inercia de la Creación y no al revés.