Reflexiones desde un punto de vista personalista comunitario.

6. T. O. 2022 C Lc 6,20-26

Dios, haciéndose pobre, ve a los pobres, y al verlos les dice: ¡Bienaventurados!
Nuestro testimonio, por desgracia, es este: ¡Viva la “sabiduría” convencional!

Creo que los que vivimos acomodados en la sociedad de la abundancia no tenemos derecho a predicar las bienaventuranzas; nosotros vivimos “muy bien” dentro de la sabiduría convencional. Lo que hemos de hacer es escuchar y empezar a mirar a los pobres, a los hambrientos y a los que lloran: ver. Jesús los ve, es uno de ellos, pobre. Los pobres no son felices en su pobreza, sino porque Dios está de su parte. ¿Quién cree hoy en este mensaje? Los que viven apoyados en el Señor.

5 T. O. 2022 Ciclo C Lc 5,1-11

Jesús pasa de la experiencia de ser rechazado en su pueblo a verse agolpado en torno a Él. Quieren escucharle. ¿Por qué? En su pueblo le piden milagros, y aquí la gente quiere escucharle. Siempre hay gente que quiere escuchar a Jesús, también hoy existen los que piden milagros para seguirle, para creer en Él: “haz también aquí, en tu pueblo, lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaúm”.

En el límite, solo es posible vivir fenomenológicamente. Las cosas son conformes o disconformes con el ideal, pero no a la inversa, aunque entre los dos polos se dé una gran tensión, hacemos lo que no queremos, y no hacemos lo que queremos, no hay quien pueda arrojar una piedra contra esto. Quien dice vivir según valores, pero opta por las cosas se convierte en cosa: quien con infantes se acuesta meado amanece, lo cual hace sufrir mucho ya que, al margen del criterio de verdad, la mentira es muy dura de aceptar por uno mismo y por los demás.

4. T. O. 2022 Ciclo C Lc 4,21-30

Salir de uno mismo es lo más difícil. Nos cuesta recibir lo nuevo, no queremos estar abiertos, ni creemos -al menos con los hechos- en el proyecto de Jesús para nuestros tiempos. Lo mismo que los paisanos de Jesús se cierran a recibir su mensaje y es rechazado, así también, en el hoy personal, eclesial, social y político, nos cuesta aceptar que la realidad sea distinta como nosotros pensamos. Mejor seguir como siempre: “Templando gaitas”. ¡Cuántas palabras medidas, diplomáticas, cuidadas, para no “molestar” a nadie y quedar bien con todos!

Realidad y sentido son dos conceptos inseparables. Todo lo que identificamos por realidad es “por” algo previo a ella y “para” algo. El sentido de realidad prima sobre la propia realidad. Sin sentido nada existe, nada es. Una realidad sin sentido es precisamente eso, un sinsentido, un no sentido, y por tanto una no realidad.

El sentido es como un latido que ya está en el origen de toda realidad sin percibirse, oculto en su profundidad insondable y además es motor de un dinamismo que confiere realidad a todos los estados posibles de realidad, ya que ésta es puro dinamismo.

3. T. O. 2022 Lc 4.14-21

Lo que está en el origen de la vida cristiana y lo que la sostiene es una experiencia religiosa, que parte de un encuentro, o mejor, de un ser encontrado, con Jesús. Una experiencia de gozo y de paz que conllevaba una atención a la historia y una responsabilidad en ella, sin olvidar que esa experiencia religiosa pasa por Jesús crucificado y resucitado. No podemos olvidar que en el origen hubo una experiencia extraordinaria en torno a Jesús, a su persona, su vida y a los acontecimientos pascuales. Sin esta experiencia intensa y emocional, personal y colectiva, no surge un movimiento que pervivió tras la muerte de Jesús, y no sólo eso, sino que lo hizo con gran fuerza expansiva.

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