La utopía del perdón en la sociedad laica (Contribución a una filosofía de la esperanza)

Persona, nº 55

Albert Llorca Arimany
12,00 €
Descripción

Albert Llorca Arimany

  • Colección Persona, nº 55, 2015
  • ISBN: 978-84-15809-32-6
  • Páginas: 171

Mediante una frase lapidaria atribuida al doctor Ramón y Cajal, se inicia este ensayo: «El pensamiento ilumina como las velas: derramando lágrimas».

Frente al sufrimiento psicológico y a la injusticia ignominiosa, una forma fácil de responder a ambos, aunque alejada de la inteligencia, consiste en conducirse mediante el patrón de la venganza; una reacción inicialmente dulce, pero que a medio y largo plazo resulta gris y alejada de la plenitud de una vida.

En el mundo contemporáneo, desde comienzos del siglo XX, la dificultad para difundir y practicar el sentido del perdón en la vida pública por parte de los políticos y gobernantes, así como por otras instituciones y por el resto de la ciudadanía, se ha ejemplificado en el dominio de la insidiosa idea de que «el otro» -desconocido, extranjero, adversario o enemigo- es considerado una mera «oportunidad de negocio» para poderlo engañar y explotar sin escrúpulos; mientras se disponga del poder necesario para someterlo y, si hace falta, aplastarlo. Yen este siniestro juego, hombres tan distintos como Sigmund Freud y Emmanuel Mounier coincidían en afirmar que los males que los humanos sufrimos provienen mayoritariamente de la deficiente y enfermiza relación entre nosotros. En este punto, se hace necesaria una profundización de la función esencial del perdón a modo de cuidadosa «genealogía del perdón», cuya aplicación práctica debe contribuir al crecimiento de la dimensión comunitaria de la sociedad laica, situándose ésta en la vía de la salud mental y de la reconciliación de sus miembros entre sí y con los de otras sociedades en las que aquellos podrían haber nacido y vivido.

El motivo del presente ensayo es doble: por un lado, el autor mantiene la permanente sensación en su interior de que en nuestra época ha echado raíces la costumbre de alejarse de cualquier responsabilidad y, como consecuencia, la de diluir cualquier culpa frente a los acontecimientos injustos o luctuosos con los que nos encontremos en los diversos ámbitos de la vida social. Y como contrapartida, y en segundo lugar, alberga la esperanza kantiana de conseguir la «unidad de la raza humana», que Paul Ricoeur bautizó al final de su vida con su sagaz fórmula de llevar a cabo en cada comunidad sociocultural en la que vivamos «el horizonte de la humanidad».

La praxis «utópica» del perdón como actitud de sabiduría debiera formar parte de la actividad diaria de la vida de las comunidades humanas, en el propósito de desarrollar cualitativamente sus capacidades de entendimiento, de humanización y de respeto. Si no las practicamos, las generaciones venideras nos pedirán explicaciones con toda la razón.