Entretiens - Carlos Díaz

Como esta mañana no he podido salir a ver la demolición del estadio de fútbol del Atlético (Madrid río, rive gauche de los perdedores), porque de tanto caminar para demoler mi propio embotamiento se me ha hecho una buena ampolla en la planta del pie, casi un coronavirus, pues me he dedicado a trastear por mi librería doméstica. Aunque me quedan pocos libros, pues me encanta regalarlos a Latinoamérica, hoy he encontrado por aquí uno que además resulta ser una joya bibliográfica. El objeto de mi alegría está editado en tapa dura y se llama Conversaciones sobe la metafísica y la religión. Su autor, nada menos que Nicolás Malebranche, sacerdote del Oratorio que, junto a Descartes, Espinosa, Leibniz y Pascal, figura como racionalista en las historias de la filosofía, y que era autor de obligado estudio en mi época de estudiante.

Está traducido (por primera vez, y no sé si única) al español a partir de la segunda edición francesa de 1690 por Juliana Izquierdo y Moya en 1921, y editado por la Editorial Reus de Madrid, traducción que dedica «a la Excma y culta Diputación Provincial de Ciudad Real como escasa prueba de gratitud por su noble y generoso proceder con esta su humilde ex/pensionista y servidora, que desea ardientemente poder ofrendarle pronto trabajos más meritorios»1. Por si fuera poco, estas Conversaciones sobre la metafísica y la religión, materias ambas de mis propias entretelas, llevan prólogo de Adolfo Bonilla y San Martín, que también residió en La Mancha. A más a más, como también yo soy manchego alcarreño, me alegra mucho contar con una colega tan docta, lo haya sido también, o no, la Diputación Provincial de Ciudad Real, cuyo equipo de fútbol, el Manchego, era inferior en triunfos al mío el Calvo Sotelo de Puertollano, ya ven que este pequeño escrito se sitúa en un Mesopotamia futbolística entre el Atlético de Madrid y el Calvo Sotelo de Puertollano, como tratándose de mí no podía ser menos.

Estos Entretiens sur la Metaphysique et sur la Religion, son unas conversaciones de aire platónico entre tres personajes, el central, equivalente al Sócrates de los diálogos platónicos, Teodoro (etimológicamente regalo de Dios), Aristeo (El mejor), el mejor seguidor, el discípulo fiel y un tercero secundario, Teótimo (El honorable a los ojos de Dios). En resumidas cuentas, el libro afirma que el que sabe de Dios sabe todo, porque nosotros vemos todas las cosas en Dios; no que nosotros seamos los ojos de Dios, sino que Dios es nuestros ojos y oídos, de ahí que la experiencia y los sentimientos humanos no tengan valor ante la razón, la cual sólo es verdaderamente tal si acepta la de Dios.

No quisiera marear a estas tempranas del día con cuestiones metafísicas complejas, así que voy a limitarme a una cuestión de lenguaje, aunque tampoco sé muy bien si esto no resultará excesivamente aburrido a cualquier hora del día. El caso es que esta obra, lo repito, se llama Entretiens. Hace poco nuestros amigos franceses publicaban también un supervoluminoso libro para casi leer con lupa y del mismo título, Entretiens2, sin saber entonces yo en la recensión que publiqué sobre esta obra de Mounier si llamarla Memorias, Diario Íntimo, o Conversaciones. Pero, como el subconsciente no olvida, al releer estos Entretiens de Nicolás Malebranche se me ha encendido la bombilla: la verdadera traducción es Entretenimientos, pues ‘entre-tenir’ significa sostener entre dos una misma realidad, mantenerla, entre-tenerla. Y de ahí, con-versarla, darla al otro para que la elabore conjuntamente con uno. O mejor, con-fesarla, llevarla conjuntamente hasta los niveles íntimos. No habiendo compromiso con lo profundo sin mutua intelección (intus legere), Entretien es todo aquello que sirve para religar en profundidad, algo parecido al término religación o religión. La obra de Malebranche, sus Entretiens, cumplen con todos estos ámbitos lingüísticos: es diálogo, es confesión, es comunión, es religación con quien fundamenta todo diálogo, toda confesión, toda comunión, es decir, con Dios.

Yo siempre tengo ansia de entre-tenerme, así que donde soy llevado necesito terminar hablando desde esa atalaya de Dios, entre-tenerme con ella, pues no me quiero hacer corresponsable de la miseria que reduce entretenimiento con banalidad, es decir, con tomar por ahí unas copas. Dos que se entretienen caminan juntos, de lo contrario se aburren por separado, aunque meen en la esquina la misma borrachera para festejar la “movida” de permanecer en el mismo bordillo de la acera.

¿Sería demasiado ingenuo a estas alturas de la evolución de las especies, o de su involución, pedir que nos digamos cómo Dios nos man-tiene, nos entre-tiene, nos sos-tiene, y cómo nosotros le entre-tenemos, le man-tenemos, le sos-tenenemos? Porque siento que a no pocos de nosotros nos va abandonando el desde dónde nos con-vivimos. Siempre discrepé de ese apotegma según el cual «de lo que no se puede hablar es mejor callar», pues más bien sostengo lo contrario: «de lo que no se puede callar es mejor hablar». De lo contrario sí que me siento como mosca atrapada en la botella. Pues yo, Teodoro, «he comprendido también que el calor que yo siento no estaba en modo alguno en el fuego, ni el frío en el hielo, ni el dolor mismo en mi propio cuerpo, en donde con frecuencia he sentido tan vivos y crueles dolores, ni la acidez en el agraz, ni lo agrio en el vinagre, ni en el vino este dulzor y esta fuerza que engaña y embrutece a tantos borrachos»3.

1 Las Pedroñeras (Cuenca), 1888 – Madrid, 1966. Terminó el bachillerato, desde Campo de Criptana, por libre en el Cardenal Cisneros de Madrid, con la calificación de Premio Extraordinario. Cuestiones económicas le obligaron a dedicarse a la enseñanza privada para sufragar los gastos de sus estudios y ayudar a la economía familiar. En 1915, José Castillejo le propuso que se trasladase a Madrid a la Residencia de Señoritas, que iba a dirigir María de Maeztu, durante tres cursos consecutivos; para ello, y tras propuesta de José Ortega y Gasset —con el que preparó su tesis doctoral, que no llegó a defender—, a la Diputación de Ciudad Real, fue pensionada con fondos del legado establecido por el filántropo José Patricio Clemente. En 1916, obtuvo la licenciatura en Filosofía; posteriormente se licenció en Derecho y, con sobresaliente, en Letras. Conoció el griego y el latín, y hablaba alemán, italiano, francés e inglés. Siendo ya profesora de Piano y maestra de grado superior, estudió Numismática y Epigrafía, Arqueología, Sánscrito, Hebreo. Fue profesora numeraria (sección de Letras) del instituto del Cardenal Cisneros, durante treinta y dos años, y profesora de Gramática y Caligrafía de la Escuela de Artes y Oficios. En 1930, fue profesora de cursos veraniegos para extranjeros, cuando lo era también del Instituto-Escuela. En 1933 ganó, por oposición, una plaza de instituto, de la que no tomó posesión por ser de fuera de Madrid, y ese mismo año, tomó parte en el crucero por el Mediterráneo dirigido por García Morente, de la recién inaugurada Facultad de Filosofía y Letras en la Ciudad Universitaria de Madrid. 

2 Entretiens 1926-1944. Emmanuel Mounier. Presses Universitaires de Rennes, 2017, 979 pp.

3 Malebranche, N: Conversaciones sobre la metafísica y la religión. Editorial Reus, Madrid, 1921, p. 65.