Artículos

¿Quién es este? “Yo y el Padre somos uno” – Francisco Cano

4 Pascua 2022 C Jn 10, 27-30

Somos un pueblo caminante siempre en búsqueda que, si no es guiado y protegido y orientado, se pierde, se desorienta, se extravía y se precipita en la ruina y en la descomposición. Hoy estamos necesitando cuidados, acompañamiento ser casa que acoge ante la crisis que la pandemia ha provocado. Ésta ha convulsionado las vidas de las personas, hemos perdido puntos de orientación, se cuestionan certezas, creencias, estilos de vida y prácticas. Nos preguntamos si el evangelio tiene algo que aportar ante esta situación de desorientación y pérdida de fundamentos. La crisis es generalizada: no tenemos referencias. Se acabaron las recetas, la crisis ha puesto de manifiesto que ese mundo en el que vivíamos se acabó, y no vale resistirse, porque ha muerto. ¿Qué es lo que ha muerto? El mundo de las certezas, de los seres invulnerables y el de la autosuficiencia. El miedo y la incertidumbre han crecido, y a muchos les ha llevado al abandono, a cerrarse en sí mismos, y aquí, “sálvese el que pueda”.

Jesús, por lo que era y decía, planteó con frecuencia, suscitó en la gente la pregunta: ¿quién es este? ¿será el Mesías? Que ayer y hoy ante Jesús nos hagamos estas y otras preguntas es lógico, porque en Jesús veían y algunos sólo ven a un hombre, pero al mismo tiempo este hombre hacía cosas que un simple hombre no puede hacer. Y se constata lo de siempre ante un hombre que desestabiliza, y pone en crisis nuestras seguridades; de ahí que Jesús suscitase curiosidad, inquietud, rechazo de unos y entusiasmo de otros. Ayer como hoy Jesús es un personaje controvertido que suscita pasiones y rechazos. Jesús, ayer y hoy, ante esta situación, apela a las obras, no a las palabras, a lo que hacía, apela a su vida. A Jesús no lo siguen por lo que dice, sino por lo que hace, y la transparencia y coherencia de su propia vida es lo que convence a la gente. Aquí, para mostrar quién es Dios, no se recurre a argumentos y razones, sino a ejemplos de vida, al servicio y la felicidad de las personas. Hoy como ayer no se educa con poder e instituciones impresionantes, sino con ejemplos de vida.

Nos preguntamos: ¿Por qué Jesús hacía tales obras? Porque estaba identificado con el Padre: “Yo y el Padre somos uno”. Lo que queremos decir es que en Jesús, en sus hechos y costumbres, se veía lo que Dios quiere y lo que a Dios le gusta. La gente, el pueblo, ve, palpa, Jesús se le mete por los ojos. Hechos y palabras de las que tiene que ser portador el pastor, y en esto está la respuesta. En definitiva, el pastoreo es problema de conocimiento, de intimidad, de entrega, de comunión. Jesús es el buen pastor, no por autoridad humana, sino porque cumple en plenitud la voluntad del Padre: “Yo y el Padre somos uno”. Dios se ha dado a conocer en aquel hombre que fue Jesús de Nazaret, por esto en el Nuevo Testamento se dice que Jesús es la ”imagen de Dios”, la “encarnación de Dios”, el “conocimiento de Dios”, la “locura” y la “debilidad” de Dios, el “vaciamiento” de Dios, de forma que es cierto decir que en Jesús Dios se ha identificado con lo humano y se ha fundido con cualquier humano, sea quien sea. Si los que estamos asustados, desorientados, somos los pastores, ¿a dónde puede ir una Iglesia así?

¿En la actualidad estamos amenazados? Hay quien afirma que no estamos en el fin del mundo, (Daniel Innerarity) pero en realidad de lo que sí somos conscientes es del fin de un determinado mundo. ¿Qué está pasando? ¿Qué es lo que pasa y por qué pasa? No necesitamos discursos, reflexiones, datos estadísticos, que son necesarios, sino una reflexión cordial que dé luz al vértigo y a la angustia que provoca en nosotros la vulnerabilidad y la incertidumbre. Este camino del corazón y al corazón pide salir de nostros mismos para relacionarnos con Dios. Desde la fe encontramos una orientación sencilla que consiste en que Él comparte nuestra existencia. La relación crece con la relación. La afectividad se transforma afectivamente, no con ideas. Evidentemente un Dios así sólo puede ser conocido y aceptado si hacemos una historia de relación con Él. Es en la relación con Dios donde se nos da la luz para comprender cómo actúa y superar nuestros desconciertos. Ahí se nos da, se nos ofrece, el aprender a relacionarnos con un Dios diferente, redescubrir el poder, la sabiduría y la belleza de un Dios que es paradójico, pero que nos acompaña a transitar por caminos, como buen pastor, acompañados de su cuidado y de su amor, sin ahorrar inseguridad, preguntas, pero con la certeza de que está y camina con nosotros. El Resucitado no esconde ni se avergüenza de sus heridas, y nos muestra su vulnerabilidad. Sus heridas nos señalan el camino que nos hace reconocernos plenamente humanos.

¿Quién tiene las ideas claras para cumplir la tarea de escuchar, acoger y orientar? Si la Iglesia se desorienta y extravía, si no enseña lo que tiene que enseñar ni cumple con la tarea que tiene que cumplir en la sociedad y en la historia y se empeña en seguir repitiendo lo de siempre, no nos extrañemos de perder credibilidad, autoridad y presencia. En primer lugar necesitamos pastores evangélicos, libres, audaces, lúcidos, no pastores encerrados, alejados del pueblo, desorientados y asustados.

Share on Myspace